miércoles, 15 de septiembre de 2010

Día 2. El anciano del Tram.

A veces la vida te sorprende con un poco de humanidad y gentileza gratuita cuando menos te lo esperas.
Domingo nos levantamos tarde, a eso de las 12, y decidimos ir a dar una vuelta para ver un poco las universidades y la ciudad. La Universidad Montpellier II la encontramos relativamente pronto, siguiendo las indicaciones viales; pero la Paul Valéry, fue algo diferente. Después de dar mil rodeos, y de andar casi una hora, la encontramos preguntando a los viandantes, pero no pudimos entrar porque estaba cerrada.Tras esto fuimos en tram à la Gare Saint Roch, y entramos a un pequeño parque que había al lado, continuamos andando y llegamos a la Place de la Comédie, para descubrir las Galeries Lafayette. Las atravesamos, y a la salida encontramos un coro cantando. No sabíamos muy bien de qué iba todo eso, pero seguimos andando y fuera había muchos puestos, era una feria de asociaciones, y encontramos mucha información sobre Montpellier en un puesto de la oficina de turismo. Seguimos andando, y aquello nunca terminaba. Al final decidimos irnos, pero no teníamos monedas para el tram, y la máquina no acepta billetes. Entonces me pongo a preguntar a todo el que pasaba:
"Excusez-moi, monsieur, vous avez de la monnaie?
-Non, désolé.
- Merci"
"Pardon, madamme, vous avez de la monnaie?
-Euh...non
- Merci"
"Pardon, vous avez de la monnaie?
-Non, je le regrette.
-Merci"
"Euh...pardon, monsieur, vous avez d'la monnaie?
-J'y pense pas....non, non, désolée
-Merci...
"Pardon, p-pardon monsieur....monsieur!!"
Es que nadie tiene cambio en este país?? Cuando volvía a la parada a encontrar a Jota, después de preguntar al menos a veinte personas sin éxito, me dice que un señor (el primero a quien pregunté), le dijo que viendo que nadie me daba cambio, le había ofrecido un tiket que servía para los dos. El anciano nos miraba desde lejos y sonreía. Entonces el tram llegó y una marea de gente no me permitió acercarme a darle las gracias, sólo pude enviarle una sonrisa y un gesto con la cabeza. Lo que el anciano no sabía es que el tiket sólo valía para una persona, pero nadie se dio cuenta de ello. Después llegamos a casa y comimos a las seis de la tarde, acordándonos del anciano, y de su tiket.

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